Farándula y Espectáculos
Portobelo vibra con su alma ancestral en la gran fiesta de diablos y congos

Por: Evelyn Vizcaíno
La costa atlántica panameña se transformó este fin de semana en un escenario vibrante de historia viva, tambores que estremecen el alma y personajes que emergen de la memoria colectiva.
Unas 19 agrupaciones de diablos y congos, provenientes de Ciudad de Panamá, Veraguas, Bocas del Toro y distintas comunidades de Colón, tomaron las calles de Portobelo y Puerto Lindo para revivir una tradición que no conoce el olvido.
Un carnaval de identidad
En su decimocuarta edición, el Festival de Diablos y Congos de Portobelo demostró, una vez más, que las raíces afrodescendientes no solo se recuerdan: se celebran con cuerpo, alma y tambor. Visitantes nacionales y extranjeros se sumergieron en una experiencia única, donde la historia cobra vida con cada danza, cada mirada y cada golpe de tambor.
Diablos y Congos: historia que se baila
Este no es un simple desfile. Aquí, los personajes tienen voz propia. Los diablos, con sus trajes inquietantes y gestos burlones, representan a los colonizadores que alguna vez impusieron su dominio. Frente a ellos, los congos se alzan como símbolo de resistencia, libertad y dignidad.
La coreografía entre ambos es una lucha escénica donde gana la memoria, la cultura y el orgullo de un pueblo que jamás se rinde.
Un imán para el mundo
El festival no solo es una cita obligada para los colonenses: es un imán para el mundo entero. Cada año, crece el número de turistas que buscan experiencias auténticas, y en Portobelo encuentran un pedazo de historia que se canta y se baila.
Este intercambio enriquece tanto a visitantes como a locales, generando un diálogo intercultural que trasciende fronteras.
Tradición que no se rinde
El Festival de Diablos y Congos es un acto de resistencia, sí, pero también de amor. Amor por lo que somos, por lo que fuimos y por lo que seguiremos siendo.
Es una celebración que se niega a desaparecer, impulsada por la pasión de las comunidades que la mantienen viva. Aquí no solo se celebra: se transmite, se enseña y se defiende la identidad.